Mr. Robot y cómo realizar la serie perfecta
Nunca esperé que una serie de televisión tuviese todos los elementos que me agradan de la buena literatura: una excelente trama, personajes consistentes, escenas sólidas, una estructura planificada a un buen detalle para una historia que requería engañar al televidente, atraparlo en una ficción propia que propicia una reflexión sobre el individualismo, la sociedad tecnológica y de consumo y, por supuesto, las implicaciones en la salud mental en familias con poca capacidad para tratar una entropía o evento traumático definitivo. Los 11 episodios de Mr. Robot son impecables, refrescantes y fascinantes. La producción es de alto nivel, la fotografía y escenografía no se quedan atrás y gran parte de los actores logra un excelente desempeño, en especial su protagonista.
Y las sorpresas, la alta tensión electrizante logran captar al televidente. En el capítulo tres se muestra una escena de sexo homosexual masculino, algo que no recuerdo haber visto en televisión. El final del capítulo siete es fuerte, muy fuerte, y no entro en detalles para evitar spoilers. De igual forma los capítulos finales, cuando el desarrollo de la trama llega a su punto álgido, revelan mucha pericia por parte de los realizadores: guionista, productor y director.
Mr. Robot se posa sobre uno de los lugares comunes más recurrentes de Hollywood a la hora de narrar thrillers psicológicos: el trastorno de personalidad esquizoide. Y en donde películas triunfaron -El maquinista, El club de pelea -, y otras fallaron - La ventana secreta, Shutter Island - Mr. Robot luce por su carácter impredecible y por una escena en el capítulo diez, tan bien trabajada, que hace descartar por un momento al televidente perspicaz que se encuentra ante otro intento de trampa psicológico: todo ha sido mentira, todo ha estado en la mente del personaje. La serie desafía esta premisa: es una crítica al individualismo, a la sociedad de consumo pero describe con maestría la condición humana, las implicaciones del abandono afectivo y la incapacidad de sobreponerse a un trauma que genera heridas profundas que resultan en episodios esquizoides.
La excelente actuación de Malek
La actuación de Rami Malek, encarnando al técnico de seguridad y hacker Elliot Anderson, merece un aparte especial. El trastorno de ansiedad, la fobia social con la cual Elliot es diagnosticado es actuada por Malek con maestría: cada gesto y movimiento, su personificación, su tono de voz, las pausas, silencios; las miradas. La expresión de emocionalidad que ejecuta Malek es tan vasta que, a pesar de encarnar al hacker aislado que odia la sociedad, no queda rasgo del cliché del personaje plano con el que siempre se abordan los nerds o geeks.
Una perfecta serie cyberpunk, una primer temporada que deja mucho que desear. Todos están invitados a verla: es una experiencia moderna obligatoria.
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